lunes, 2 de mayo de 2011

El pretexto

Tenerte entre las piernas nunca fue el plan, o quizá sí.


Que juegas a robarme un beso, sí.

Que esperamos un momento, sí.
Que me arrinconas en la pared, sí.
Que te toco los senos, sí.
Que bajas tu mano sobre mi pantalón, sí.
Que te aprieto contra mí, sí.
Que gimes poquito en mi oído, sí.

¿Si me gusta? Claro que sí.

Que paso mi lengua en tu cuello y te desespero, creo que sí.

Que te separo para verte y seguir, sí.

Que tomo tu cintura con fuerza, sí.

¿Te gusto? Al parecer sí.

Que me miras te miro y volvemos a comenzar, sí.

3, 5, 8 minutos, algo así.

¿Un vaso de agua? Por favor.

¿El baño? Al fondo a la izquierda.

Un descanso en la silla con los ojos cerrados, y la cabeza echada hacia tras, no está mal.

Que te me montas, sí.

¿Qué te mueves? Muy bien.

¿Besos y lenguas? Con gusto.

¿Las manos? Las tuyas; una en mi cuello, la otra en una pierna.

¿Las mías? Sosteniéndote de la cintura.

¿Despeinadas? Un poco.

¿Sudadas? Un poco.

Hueso con hueso

Carne con carne,

Pierna con pierna,

Muslo con muslo,

Contracción, agua, jadeos.

Recuerdo que sí.

¿Qué llegaste? Intuyo que sí.

Un último beso.

Te paras, te veo y me ves.

¿Otro vaso de agua? Mejor una chela.

¿Tecate o corona?

Corona, queremos que la noche dure.

¿Risas? Muchas.

¿Pena? Ninguna.

Mundel

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